Las redes sociales te usan, aunque no las uses
“Puede que no hagas uso de las redes sociales, pero ellas te usan a ti.”
— Eileen Myles, citada por Kyle Chayka en Mundofiltro
La frase de Myles resume una verdad inquietante: el poder de las redes no depende de nuestra participación, sino de su capacidad para modelar el mundo que habitamos.
Incluso quienes no tienen presencia digital quedan atrapados en la lógica de los algoritmos y la vigilancia distribuida.
La red como sistema de control invisible
Las redes sociales ya no son simples canales de comunicación.
Hoy son infraestructuras de poder que median la política, la economía y la cultura.
Cada clic, compra o desplazamiento genera datos que las plataformas analizan, interpretan y monetizan.
Pero lo más relevante es que, aunque no interactúes directamente, sigues siendo parte del ecosistema digital: apareces en fotografías, en bases de datos o en modelos predictivos que utilizan información derivada de ti.
Del individuo a la organización: cuando las redes usan a las empresas
El fenómeno no se limita a las personas.
Las empresas e instituciones también son moldeadas por los algoritmos.
Las plataformas deciden qué productos son visibles, qué narrativas prosperan y cuáles desaparecen del radar digital.
La visibilidad se ha vuelto un requisito de existencia: estar fuera de las redes equivale, muchas veces, a no existir.
Así, las redes no solo nos condicionan: nos obligan a adaptarnos a sus métricas, ritmos y formatos.
Su influencia redefine estrategias de comunicación, reputación e incluso seguridad corporativa.
Influencia sin presencia: la ilusión de la desconexión
No estar en redes no significa escapar de su alcance.
Los algoritmos determinan qué noticias circulan, qué voces tienen autoridad y qué temas desaparecen.
También influyen en precios, oportunidades laborales y políticas públicas basadas en datos.
Desde una mirada criminológica, esto constituye una nueva forma de control social: difusa, descentralizada y silenciosa.
La desconexión puede parecer resistencia, pero en realidad es otra forma de dependencia: vivir bajo reglas y decisiones que no comprendemos ni elegimos.
Riesgos del ecosistema algorítmico
1. Riesgos individuales
- Vigilancia pasiva: tus datos pueden ser recopilados indirectamente.
- Perfilado predictivo: se infieren tus hábitos o ideología sin consentimiento.
- Manipulación conductual: los algoritmos buscan influir decisiones de consumo o voto.
- Desinformación estructural: limitan lo que ves y condicionan tu percepción de la realidad.
2. Riesgos sociales
- Normalización de la exposición y la autocensura.
- Estigmatización digital y linchamientos mediáticos.
- Desigualdades simbólicas basadas en la reputación online.
3. Riesgos estructurales
- Concentración de poder en pocas plataformas.
- Decisiones automatizadas sin transparencia ni apelación.
- Sustitución de la deliberación humana por modelos algorítmicos.
Conclusión: el poder algorítmico del presente
El control social ya no requiere coerción legal.
Basta con la arquitectura digital y nuestra dependencia de la visibilidad.
La vigilancia se ejerce a través del deseo de ser visto y la imposibilidad de desaparecer.
Como anticipó Eileen Myles, no somos usuarios de las redes, somos sus insumos.
La verdadera pregunta no es si debemos usarlas o no, sino cuánto entendemos del poder que ejercen sobre nuestra percepción, nuestras decisiones y nuestra libertad.
Wow, realmente me hizo reflexionar sobre el papel que juegan las redes en nuestra vida. Nunca pensé que incluso sin usarlas, aún me afectan. Es un mundo loco, ¿no?