Vandalismo y robo en catástrofes

Las dificultades despiertan héroes … y villanos

Ausencia de control, leyes en suspensión, anomia.

El vandalismo y los robos que ocurren durante catástrofes, como las inundaciones actuales por la DANA en Levante, suelen ser vistos como actos antisociales que contradicen el sentido de empatía y heroísmo característicos de situaciones de emergencia. Sin embargo, en algunos casos, pueden justificarse o al menos entenderse bajo ciertas perspectivas sociales, psicológicas y por ende criminológicas.
 
En primer lugar, el vandalismo y los robos pueden reflejar una respuesta desesperada ante la falta de recursos básicos, como alimentos, agua, y medicinas. Cuando las personas se enfrentan a una crisis en la que la infraestructura social se derrumba y los bienes de primera necesidad no están disponibles, tomar estos recursos puede percibirse como una forma de supervivencia. En tales casos, el comportamiento no proviene de una intención maliciosa, sino de una necesidad urgente de proteger la vida propia y la de los seres queridos.
 
En segundo lugar, la situación de caos y la percepción de que las leyes están temporalmente suspendidas pueden empujar a algunas personas a aprovechar la ausencia de control para expresar su descontento social y resentimiento hacia la desigualdad. El vandalismo puede ser una especie de respuesta a las injusticias estructurales, una forma de reivindicación y protesta ante un sistema que consideran opresivo y desigual. Aunque en ocasiones es simplemente aprovechar esa aparente impunidad para hacerse con bienes ajenos por pura ambición personal.
 
Por último, en términos psicológicos, el caos y el pánico pueden hacer que personas que normalmente actuarían de manera ética se comporten de maneras distintas a lo usual, debido a la desinhibición social y la mentalidad de «todos contra todos» que puede surgir en estas circunstancias extremas. La psicología de masas, unida a la sensación de anonimato, puede inducir un comportamiento destructivo que, aunque aparentemente egoísta, es el resultado de una disonancia cognitiva entre el sentido de comunidad y el instinto de supervivencia personal.
 
Así, aunque el heroísmo y la empatía representan respuestas ideales ante el desastre, los actos de vandalismo y robo pueden, en ciertos casos, interpretarse como respuestas humanas a condiciones extremas que exponen tanto la fragilidad de la moral colectiva como la realidad de profundas desigualdades estructurales.

Hay que estar atentos a no descuidar el control social, por parte de los propios ciudadanos ni por parte de los cuerpos policiales. Aunque haya que valorar dónde centrar la atención en estos momentos.

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